sábado, 7 de mayo de 2011

Nacionalización del Canal de Suez: Discurso de Nasser

Gamal Adb al-Nasser: "Hoy empezamos el quinto año de la revolución. Hemos pasado cuatro años de lucha. Hemos estado luchando para desembarazarnos de los restos del pasado, del imperialismo y del despotismo, de los restos de la ocupación extranjera y del despotismo interior.

Hoy, al recibir el quinto año de la revolución somos más fuertes que nunca y nuestra voluntad es cada vez más fuerte. Hemos luchado y hemos triunfado. No con tamos más que con nosotros mismos y lo hacemos con voluntad, fuerza y potencia para la realización de objetivos proclamados por la revolución por cuyo triunfo lucharon ya nuestros padres y se sacrificaron nuestro hijos. Luchamos y sentimos que triunfaremos, siempre para consolidar nuestros principios de dignidad de libertad y de grandeza, a fin de establecer un Estado independiente, de una independencia verdadera, tanto política como económica.

Mirando hacia el futuro, nos damos perfecta cuenta de que nuestra lucha no ha terminado. En efecto no resulta fácil edificar nuestra potencia en medio de los objetivos imperialistas y de los complots internacionales. No resulta fácil llevar a cabo nuestra independencia política y económica sin que la lucha prosiga. Tenemos ante nosotros una larga perspectiva de combates, si es que queremos vivir dignamente.

Hoy tenemos la ocasión de sentar las bases de la dignidad y de la libertad y en el futuro nuestro objetivo será consolidar estas bases y hacerlas todavía más fuertes y más sólidas.

El imperialismo ha intentado, por todos los medios posibles, atentar contra nuestro nacionalismo árabe. Ha intentado dispersarnos y sepamos y por eso ha creado el Estado de Israel, obra del imperialismo.

No hemos olvidado la independencia económica porque estamos firmemente convencidos de que es un hecho que la independencia política no puede realizarse más que por la vía de la independencia económica.

Es por eso que hemos prestado toda nuestra atención a la producción y a su desarrollo, contando únicamente con nosotros mismos y con nuestros propios medios. Hemos conseguido aumentar la renta nacional en una proporción del 16% en dos años, de 1952 a 1954, y durante Tos otros dos años, de 1954 a 1956, el aumento de la renta nacional continuaba en la misma proporción. -

Después de las fiestas de la Evacuación, yo he dicho que Egipto olvida el pasado y tenderá la mano a cuantos sean pacíficos con el y que será hostil a los que lo sean con él. Yo he proclamado también que la política de Egipto ha salido del corazón mismo de Egipto, no de Londres o de Washington o de otro sitio cualquiera. Yo he dicho también que nosotros estábamos del todo dispuestos a cooperar con quien sea, a condición de que ello no redunde en perjuicio de Egipto y de sus intereses.

Hoy voy a decíroslo todo sobre las negociaciones. Desde 1952 y después del éxito de la revolución, Inglaterra y América empezaron a establecer contactos con nosotros y nos pidieron que nos aliáramos a ellas y nosotros hemos respondido siempre que nosotros no podríamos jamás formar parte de un pacto que no agrupase a todos los Estados árabes (...)

En el caso del Pacto de Bagdad, no han conseguido la adhesión de ningún país árabe, porque en este caso también ha triunfado el nacionalismo árabe.

La lucha está por todas partes en todo el mundo árabe. Lucha contra el imperialismo que ayuda a Francia en el Africa del Norte. América y todos los países del Pacto Atlántico han olvidado los principios que proclamaron al principio y movilizan todas sus fuerzas para combatir a los argelinos. Pero ahí también triunfa el nacionalismo árabe.

Estas luchas en Jordania, Siria, Sudán, Argelia y en todas partes de los países árabes, nosotros no podemos decir que no nos conciernen porque todos nosotros, los países árabes, estamos vinculados íntimamente unos a otros y no aceptaremos jamás que tengamos que ir tras las potencias extranjeras, que recibamos instrucciones de tal o cual potencia (...)

Nosotros volveremos a tomar todos nuestros derechos, porque todos esos fondos son los nuestros y este canal es propiedad de Egipto. La Compañía es una Sociedad Anónima egipcia y el canal fue excavado por 120.000 egipcios que murieron durante la ejecución de los trabajos.

La Sociedad del Canal de Suez, con sede en París, no es más que la tapadera de una pura explotación. Eugene Black vino a Egipto con la misma intención que Lesseps.

Nosotros construiremos una alta presa y obtendremos todos los derechos que habíamos perdido. Nosotros mantendremos nuestras aspiraciones y nuestros deseos. Los treinta y cinco millones de libras que cobra la Compañía, nosotros los cogeremos en interés de Egipto."


Gamal Abd al-Nasser declaraba la nacionalización del Canal de Suez el 26 de julio de 1956. Y como todo texto político, está cargado de mensajes. En mi opinión, son tres los mensajes clave que lanza Nasser en el texto, y que vamos a analizar detenidamente: revolución y la consiguiente victoria sobre el despotismo que se estaba extendido en Egipto con la monarquía, lucha contra el imperialismo y el objetivo de la independencia total, y nacionalismo árabe y su extensión panarabista.

Comencemos por el primero de ellos. Ya en la primera frase del texto Nasser indica que se está comenzando el quinto año de la revolución, tras cuatro años de lucha, cuatro años de una lucha para “desembarazarnos de los restos del pasado”, de unos restos que Nasser identifica con imperialismo y despotismo interior. Parece claro a que se refiere. Un imperialismo que no había nacido con la ocupación inglesa, ni siquiera con la ocupación napoleónica, sino que para los árabes había nacido mucho antes, había nacido con la ocupación otomana. Pero los restos de ese imperialismo, que analizaremos más adelante, sí eran europeos. Un despotismo interior que no había nacido tampoco con la ocupación europea, sino que ya era practicado por los pachá enviados desde la Sublime Puerta, pero que continuó con la ocupación británica y la monarquía creada en el país del Nilo, la monarquía de Faruq, una monarquía despótica y muy poco democrática como todas las que habían sido impuestas por las potencias coloniales europeas en la región. Contra ese despotismo es contra el que se ha luchado en la revolución, y por lo que parece al leer a Nasser, se sigue luchando en el momento de la redacción del texto. Y es que la idea de continuidad de la revolución es recurrente en el texto, con emotivas frases como: “la revolución por cuyo triunfo lucharon ya nuestros padres y se sacrificaron nuestros hijos”. Parece que enlaza Nasser aquí con los movimientos nacionalistas árabes (no hay que olvidar que Egipto fue una de las cunas de todos ellos, con gente como Muhammad Abduh o la posterior creación de la Yami'at al-Ijwan al-Muslimin, los Hermanos Musulmanes en 1928 por Hassan al-Banna) que ya desde el siglo XIX intentaron zafarse del dominio otomano y luego del colonial, e intenta que se continúe la labor de su propia acción en el futuro. La labor de una acción, de una revolución que tiene por objeto la independencia política y económica, “edificar nuestra potencia”.

Pero, ¿a qué revolución se refiere Nasser? En 1949 se constituyó una sociedad secreta, los “Oficiales Libres”, dirigida por un Consejo del Mando de la Revolución, presidido por Nasser e integrado por 10 miembros entre los que destacaba gente como Anuar al-Sadat. El grupo estaba empeñado en una doble revolución, política y social, y sus objetivos principales eran tres, la depuración de responsabilidades en el ejército tras la catástrofe palestina, la liberación de la ocupación británica que aún perduraba y el fin del despotismo con la creación de un gobierno justo. La tensión entre el gobierno y movimientos nacionalistas como esta sociedad secreta va desembocando en actos como la guerrilla aparecida en el Canal de Suez contra la presencia británica animada por los Hermanos Musulmanes. El 26 de enero de 1952 se incendia la capital, llegando la tensión hasta su punto álgido y entrando el ejército en escena. Y, finalmente, el 23 de julio de 1952 se producía el golpe de Estado, el momento de comienzo de la revolución según las cuentas de Nasser en el texto. El monarca Faruq tuvo que abdicar en su hijo Ahmed Fuad II y partir al exilio. Así, el Consejo de la Revolución se hacía con el poder, en cuya cabeza se situó el general Naguib. Pronto se lanzaba la primera medida revolucionaria, la Ley de Reforma Agraria, que buscaba acabar con el viejo sistema de la aristocracia terrateniente. Limitaba la propiedad a 200 feddans (un feddan equivale aproximadamente a 4200 m2), expropiando e indemnizando a los propietarios, y creaba cooperativas agrícolas para los pequeños propietarios. El 16 de enero de 1953 se hacía una proclama que acababa con todos los partidos políticos y creaba el Reagrupamiento para la Liberación, partido único que pretendía acabar con el ambiente de desunión reinante. El 10 de febrero se promulgaba la Constitución provisional que otorgaba amplísimos poderes al Comandante del Consejo de la Revolución. El Consejo y el Gabinete constituirán un congreso ejecutivo y legislativo que regirá la política del país. La prohibición de los partidos y militancias había tenido una excepción, la de la cofradía de los Hermanos Musulmanes, muy vinculada a los primeros movimientos revolucionarios, aunque tras el atentado que sufría Nasser en Alejandría en octubre de 1954, se disolvió también iniciándose una dura represión hacia ellos.

El 18 de junio de 1953 se abolía la monarquía y la nueva república luchaba por dos modelos, el emplazamiento de un régimen autoritario defendido por Nasser y escudado en el nacionalismo, o la celebración de elecciones libres defendida por Naguib. Finalmente Naguib será quitado de en medio en noviembre de 1953 y Nasser se hará con el poder. Su gran baza política fue la firma de unos acuerdos con Gran Bretaña el 19 de octubre de ese año para la evacuación del Canal en junio de 1956, si bien estos acuerdos tenían cláusulas que pretendían introducir a Egipto en el sistema defensivo de la OTAN, al reservarse Gran Bretaña la capacidad de reocupar el Canal en caso de crisis. En el plano de las relaciones internacionales de ese mundo bipolar naciente, el nuevo régimen surgido tras la revolución, proceso en el cual la nacionalización del Canal de Suez tendrá una importancia vital que será analizada más adelante, se mostraba como un engendro confuso. Se dice que hasta 1955 la revolución estaba manipulada por los EEUU, que habrían apoyado económicamente al nuevo régimen y que favorecían la expulsión de los británicos del Canal. Las relaciones con otras potencias occidentales, como Francia o Gran Bretaña, eran mucho más tensas. A los franceses no les gustaba el apoyo del régimen al nacionalismo argelino y los británicos veían que el fuerte nacionalismo que profesaba el régimen iba dirigido en su contra. La Conferencia de Bandung de abril de 1955 introducía al Egipto de Nasser en una nueva órbita internacional, la del no alineamiento, la de los estados que no querían formar parte de ninguno de los dos bloques que se estaban formando. Nasser fue, junto a Tito y a Nehru, el gran promotor de este proyecto. Occidente no comenzaba a ver con buenos ojos al nuevo régimen, y más cuando en julio de ese mismo año Nasser firmaba con la URSS un acuerdo para la provisión de armas.

Esta nueva política de no alineamiento parece que entronca con el segundo mensaje que envía Nasser en el texto, en mi opinión, y que vamos a analizar ahora, el de la lucha contra el imperialismo y la total independencia política y económica. El texto está lleno de referencias a ello: “ocupación extranjera”, “imperialismo”, “independencia verdadera, tanto política como económica”, etc. Pero hay una idea que Nasser quiere destacar que es clave: “la independencia política no puede realizarse más que por la vía de la independencia económica”. Cuánta razón hay en esas palabras. Ya da cifras Nasser en el texto de que esa independencia económica se está realizando, con mejorías como el “aumento de la renta nacional en una proporción del 16% en dos años, 1952 a 1954, y durante los otros dos años el aumento continuaba en la misma proporción”. Pero hay un factor clave en esa independencia económica que llevará a la independencia política y a la desaparición del imperialismo y de la ocupación extranjera. Dice Nasser que los egipcios volverán a tomar todos sus derechos, porque el Canal es propiedad de Egipto. La Compañía es una Sociedad Anónima egipcio y la obra fue realizada por miles de obreros egipcios que murieron en el intento. Dice que la Sociedad del Canal de Suez, con sede en París, es una “tapadera de una pura explotación”. Habla Nasser también del objetivo inmediato que se pretendía cumplir con la nacionalización, la construcción de la presa de Asuán sobre el Alto Nilo, una obra mastodóntica. Así, con los 35 millones de libras que embolsa la Compañía del Canal, se podrá llevar a cabo una obra de tal magnitud. Nasser además sorprende con una curiosa comparación entre dos personajes, que considera explotadores, Eugene Black, presidente del Banco Mundial que daría un préstamo a Egipto para la construcción de la presa a cambio de que Francia y Gran Bretaña aportaran ayuda complementaria, es decir, a cambio de una nueva dependencia económica egipcia, y Lesseps, el constructor del canal de Suez en 1869.

La permanencia de la ocupación británica del Canal de Suez venía del tratado anglo-egipcio firmado en 1936, según el cual Gran Bretaña retiraría todas sus tropas de Egipto excepto las necesarias para la defensa del Canal de Suez, es decir, 10.000 soldados más los auxiliares. El pretexto para la firma de este tratado fue la Segunda Guerra Italo-etíope, por la cual Faruq tenía miedo a que Mussolini intentase también la toma de Egipto. El tratado fue ampliamente rechazado por los sectores del nacionalismo árabe. Como ya se ha visto, en junio de 1956 el Canal fue evacuado siguiendo el tratado firmado por Nasser con el Reino Unido en octubre de 1954. Los detonantes de la nacionalización del Canal el 26 de julio de 1956 fue la ayuda militar francesa a Israel en marzo de 1956 y la negativa del Banco Mundial a conceder el préstamo a Egipto debido a la condición, no cumplida por franco-británicos. Había que buscar otra alternativa de financiación y la nacionalización del Canal fue vista por Nasser como óptima, ya que conseguía el dinero y seguía fortaleciendo su política nacionalista. Con esta medida se convertía en el “campeón”[1] de toda la nación árabe, no sólo la egipcia. En el abanderado del panarabismo.

La nacionalización provocó una importante crisis internacional. EEUU fracasó en sus negociaciones para llegar a un acuerdo y Gran Bretaña, Francia e Israel van a acordar la intervención en el Canal en una conferencia secreta celebrada en Sèvres el 24 de octubre, a la que asistieron el Primer Ministro francés Guy Mollet, el Ministro de Exteriores británico Selwyn Lloyd, y Ben Gurion. Pero por motivaciones geoestratégicas del entramado de la Guerra Fría, tanto EEUU como la URSS se opusieron a la acción militar en la ONU y el 6 de noviembre Francia y Gran Bretaña se retiraran, tras numerosas presiones del presidente Eisenhower. Los soviéticos finalmente ganarán influencia en la zona ofreciendo ayuda a Nasser para la construcción de la presa de Asuán, mientras que los americanos definían a raíz de esta crisis la “doctrina Eisenhower”, por la cual apoyarían a todo régimen de la zona amenazado por el comunismo, ganando el apoyo de los regímenes conservadores de Líbano, Irak y Arabia Saudí, además, por supuesto, de Israel. Esta crisis significaba un enorme triunfo político de Nasser así como el fin de la presencia colonial tradicional en Oriente Medio, abriendo la época de la lucha de las dos superpotencias por el control de la región.

La tercera gran idea que lanza Nasser en el texto es el panarabismo. Ya se ha comentado que la nacionalización del Canal de Suez y la victoria política obtenida por el presidente egipcio tras la crisis le convirtieron en el líder árabe por excelencia, en el campeón del nacionalismo árabe, título que hoy en día, según mi opinión, nadie le ha arrebatado. El texto analizado está lleno de frases que ensalzan el panarabismo: habla Nasser de que el imperialismo ha atentado contra “nuestro nacionalismo árabe” cuando creó el Estado de Israel para “dispersarnos y separarnos”, impidiendo la unidad territorial de la Gran Nación árabe soñada por el jerife Hussein y su hijo Faisal, habla de que “la lucha está por todas partes en todo el mundo árabe”, y hace referencia a la lucha de los argelinos ante la dominación colonial francesa, lucha con la que se solidariza (El 1 de noviembre de 1954 se produce la “Proclamación del Frente de Liberación Nacional” al mismo tiempo que se producían 70 acciones armadas. Los objetivos con los que se proclamó la insurrección fueron, entre otros, la restauración del Estado argelino soberano democrático y social en el marco de los principios islámicos y el respeto de todas las libertades fundamentales sin distinción de raza ni confesión. En el año de la nacionalización del Canal de Suez se sucedían las acciones bélicas en el país magrebí). Comenta Nasser también que “no podríamos jamás formar parte de un pacto que no agrupase a todos los Estados árabes”, destacando que el mundo árabe es una unidad nacional e identitaria, algo acorde a lo que había establecido la Constitución del Partido del Renacimiento Árabe Baaz sirio en junio de 1947, que decía que “el territorio árabe constituye una unidad política y económica individual, de manera que ninguno de los países árabes puede cumplir todas las condiciones necesarias para su vida, independientemente de los demás

Pero el panarabismo nacía como opción política concretada en hechos mucho antes. Frente a un proyecto abanderado por el primer ministro de Irak, Nuri Said, de unificación territorial total, nacía en El Cairo el 22 de marzo de 1945 la Liga de los Estados Árabes, un proyecto bajo el aura del nacionalismo árabe, pero mucho más suave, de pura cooperación. Englobaba como Estados miembros a Egipto, Irak, Siria, Líbano, Transjordania, Arabia Saudí y Yemen, integrándose Palestina a través de un representante designado por el Consejo de la Liga. Entre sus objetivos, cabe destacar el artículo 2 de su Constitución, que proponía “fortalecer las relaciones entre los Estados miembros, coordinar sus políticas para realizar la cooperación entre ellos y salvaguardar su independencia y soberanía”[3]. Tenía la Liga un consejo integrado por representantes de los países miembros en el que cada país tenía un voto. Pero este proyecto, interesante sin duda, distaba mucho de las pretensiones de unidad del panarabismo, por lo que muchos partidos, como el naciente Baaz sirio, o líderes como Nasser, van a buscar otras fórmulas más radicales

Así, contando con el prestigio que le había otorgado en el mundo árabe y en la escena internacional el episodio del Canal, y contando también con el apoyo del Baaz sirio, el 1 de febrero de 1958 se iba a proclamar la unificación de los dos Estados, de Siria y de Egipto, creando así Nasser y Chukri al-Quwatli, el presidente sirio, la República Árabe Unida, más conocida como la RAU. El proyecto, materializado en la Constitución del 5 de marzo de 1958, planteaba en realizad muchas incógnitas. Había que unificar diferentes legislaciones, diferentes clases políticas y grupos dominantes, etc. Finalmente, el 28 de septiembre de 1961 un golpe militar sirio acababa con la experiencia panarabista, que desde Siria se había percibido como una anexión a la hegemonía capitalizada por Nasser. Las dinastías hachemitas jordano-iraquíes habían creado otra unión en contrapartida de la RAU, algo que no gustó en las corrientes nacionalistas árabes del Estado iraquí, lo que condujo a la caída de la monarquía y al establecimiento de un régimen similar al egipcio.

Como vemos, pese al fracaso de la RAU, el nacionalismo árabe se extendía como opción política preferente en los Estados de la región, aunque el continuo fracaso de sus políticas, a veces por sus propios errores y otras veces por la acción extranjera, como la israelí, hizo que perdiese fuerza entre las masas populares en favor de otra opción de carácter transnacional, el panislamismo, el Islam político, que con sus proyectos venía a sustituir la labor de los estados donde habían fracasado, como la sanidad o la educación.

Escrito por Javier Albarrán

[1] LÓPEZ GARCÍA, Bernabé. El mundo árabo-islámico contemporáneo. Una historia política. Editorial Síntesis, Madrid, 2000. Pág. 211
[2] LÓPEZ GARCÍA, Bernabé. El mundo árabo-islámico contemporáneo. Una historia política. Editorial Síntesis, Madrid, 2000. Pág. 214
[3] PEREIRA, Juan Carlos y MARTÍNEZ LILLO, Pedro Antonio. Documentos básicos sobre Historia de las relaciones internacionales. 1815-1991. Editorial complutense, Madrid 1995. Pág. 322

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