lunes, 4 de abril de 2011

La Tercera Cruzada personificada: Ricardo Corazón de León

         Estando Ricardo cautivo en Alemania, la hija del rey alemán se enamoró del rey cautivo y pasó varias noches con él en su celda. El padre, al enterarse, quiso hacer desaparecer a Ricardo e introdujo en la celda a un león hambriento. El héroe se defendió del león con cuarenta pañuelos de seda de su amada y consiguió, finalmente, matar a la fiera, comiéndose su corazón delante de los incrédulos príncipes alemanes. Así es como, a principios del siglo XIV, cuenta una novela inglesa el origen del sobrenombre de “Corazón de León”. Lo que parece claro es que el apodo tiene un sentido guerrero indudable. Ya fue aplicado a otros personajes cuyo valor guerrero estaba fuera de duda, como enrique el León, duque de Sajonia. En heráldica, el león significa el valor y la dignidad del rey de los animales. Además, parece ser que este felino había sido adoptado como emblema de la familia Plantagenet. Si se toma en cuenta la obra de Ambroise, ya en la época de Ricardo como cruzado se usaría este sobrenombre, para indicar su valentía y su coraje, así como su valor guerrero.


           Historias como la de la celda y el león, muestran el gran aroma a leyenda que siempre ha rodeado al rey inglés, y que siguen rodeándole. Si algún nombre propio destaca en la Tercera Cruzada, ese es el de Ricardo Corazón de León, bien sea por sus hechos y proezas, bien sea por la publicidad que se le dio en su época, o bien sea por la publicidad que se le ha dado en las últimas décadas. Prácticamente en ninguna película sobre las cruzadas falta Ricardo. Es por eso por lo que se va a dedicar este artículo al rey cruzado, para intentar aclarar, en la medida de lo posible, si realmente Ricardo fue un héroe de la Tercera Cruzada y de su época, si realmente fue el arquetipo de rey-caballero, o si el tiempo ha hecho una tarea de engordamiento de la leyenda.

            Ricardo fue un astuto político, como demostró con los barones que habían sido fieles a su padre. En vez de vengarse de ellos de forma gratuita, les premió por la lealtad y fidelidad que habían mostrado con su padre, ganándose así la fidelidad de unos veteranos e inteligentes aliados, que conocían bien el reino que ahora él tenía que gobernar. En este sentido destaca sin duda su relación con Guillermo el Mariscal, a quien, en vez de castigar, premió con el matrimonio de una de las más ricas herederas del reino, manteniendo así a su lado a este caballero modelo. El hecho de tomar la cruz tan pronto, antes que su padre, fue también un hecho de astucia e inteligencia política. Ricardo mostraba así su independencia de Enrique II, y mostraba al mundo que era el primero en acudir a la llamada del pontífice, labrándose así una reputación.

            Ricardo siempre fue un monarca, un político, que siempre intentó beneficiar los intereses de su reino y de sus objetivos antes que los de otras instituciones, como por ejemplo la Iglesia. Esto, evidentemente, le generó enemistades en el seno de las instituciones eclesiásticas. Muchos cronistas de origen eclesiástico van siempre a ver a Ricardo como alguien demasiado preocupado en la guerra, incluso inmoderado en ella, como alguien que desprecia las prescripciones eclesiásticas de la tregua de Dios. Muchos cronistas hablan de la alta fiscalidad con la que Ricardo oprimió al clero, olvidando que esta fiscalidad la sufría el pueblo entero y que era destinada a financiar la empresa por antonomasia del papado, la Cruzada. Parece ser que las relaciones del monarca con el pontífice no eran buenas, lo que puede explicar la poca estima que parecen tenerle en los ambientes eclesiásticos. De hecho, según la conversación entre Ricardo y el monje calabrés Joachim de Fiore, el rey explicó su negativa a visitar a Clemente III cuando se dirigía con su flota a Mesina diciendo que el papa era el Anticristo. Ricardo podría tener esta enemistad con el papa por la reticencia que tenía el pontífice de nombrar obispos y arzobispos a los candidatos que Ricardo le presentaba, candidatos que por otro lado se ajustaban muy bien a las necesidades del reino y a las del monarca, acentuando las preferencias del rey inglés.

            En la cruzada también se va a asistir a unos sucesos que concuerdan perfectamente con esta dualidad religión-política. Son pocos los que dudan de la fe de Ricardo. La mayoría de cronistas le ven como un defensor de la fe y de la Cristiandad en Tierra Santa, con acciones militares, como corresponde a los de su “orden”. Ricardo participó en la cruzada por el hecho de luchar por la causa de Dios. Era, como muchos milites de su época, violento y orgulloso de su talento guerrero, pero no por ello dejaba de sentir un profundo arrepentimiento, dejaba de estar preocupado por su salvación, y dejaba de ser sensible a las indulgencias de la Cruzada. Aun así, parte del clero pone en duda su compromiso sincero. Se le achaca haber pensado, en numerosas ocasiones como Sicilia o Chipre, en su propia gloria y riqueza más que en el objetivo final de la Cruzada. También se le achaca haber mantenido relaciones demasiado amistosas con Saladino y sus allegados. Pero sobre todo, se le achaca no haber atacado Jerusalén cuando tuvo la oportunidad y haber preferido siempre la estrategia egipcia. Si bien todos estos actos pueden tener algo de bien individual, sobre todo el saqueo de Mesina y la conquista de Chipre, han sido actos envueltos también en un importante bien común. Las negociaciones con Saladino y la estrategia egipcia no eran más que métodos para facilitar la consecución del objetivo cruzado, que, aunque no tuviesen éxito, demuestran, a mi entender, las buenas dotes de político y estratega de Ricardo.

            Además de político inteligente, a Ricardo se le suele recordar por ser un modelo de caballería. Desde luego, ya fuese por propaganda o por convicciones reales, el sentimiento caballeresco siempre estuvo presente en el rey inglés. Antes de dirigirse con su flota a Mesina, Ricardo decidió dirigirse a Mileto, en la punta extrema de Calabria, donde el caballero normando Robert Guiscard se había ilustrado más de un siglo antes. Con esta visita Ricardo podía estar buscando inspiración o también alguien con quien le compararan, en el contexto del viaje que tenía que realizar para luchar contra los musulmanes. Pero lo que está claro es que Ricardo admiraba los ideales caballerescos que habían hecho famoso al normando, sobre todo sus logros guerreros. Ricardo solía rodearse de caballeros y manifestarles su solidaridad de compañerismo guerrero. Se identificaba con la caballería y hacía de sus valores un modelo a seguir.

La primera función de los caballeros era combatir, era la valentía, el coraje físico y moral. El feudalismo valoraba estas cualidades guerreras en cuanto que era una sociedad militarizada cuyo centro estaba en el castillo, fortaleza militar, y cuyos agentes principales eran los milites. A Ricardo, para los cronistas, le sobraban cualidades militares, tanto de guerrero como de estratega. Los cronistas dicen que Ricardo conocía mejor que nadie las cosas de la guerra, sabía cómo alinear los ejércitos en orden de marcha y de batalla. Ricardo de Devizes alaba al rey inglés como asaltante de castillos y plazas fuertes cuando Corazón de León construyó el castillo de Mate-Grifons para dominar Mesina, en su viaje a Tierra Santa. Episodios como la toma de Acre pueden ilustrar esta capacidad guerrera de Ricardo, y así lo hace en la mayoría de los cronistas, aunque aquí no hay que atribuir demasiado mérito a Ricardo, ya que la superioridad cruzada era notable. Además de la toma de Acre, la Tercera Cruzada va a dar muchas más ocasiones en las que los cronistas vanaglorian el ardor guerrero de Ricardo y así sus cualidades caballerescas. Entre ellas destacan la toma del navío egipcio que se produce cuando, por casualidad, en el camino de la flota de Ricardo hacia Acre, se encuentra con un navío egipcio y lo toma. Realmente este es otro caso en el cual el ardor guerrero y la capacidad de estratega de Ricardo no tuvieron nada que ver, ya que nada podía hacer el navío musulmán contra 50 galeras más rápidas. En Arsuf, la capacidad de estratega de Ricardo si pudo tener más que ver al conseguir reagrupar con rapidez a sus caballeros tras la primera carga instigada por los hospitalarios. Pero donde indudablemente la valentía guerrera del rey inglés salió a relucir fue en el asalto a Jaffa, donde consiguió hacer retroceder a las tropas de Saladino con un número muy inferior de hombres, liderando él mismo la vanguardia del ataque. Así lo cuenta Raoul de Coggeshall: “Tomó consigo a seis caballeros valientes que se burlaban de la muerte y se dirigió a la villa, enarbolando la bandera real y, como un león ferocísimo, asaltó a los enemigos agolpados en las plazas, abriéndose camino con la lanza y la espada; por el asalto, los rechazó y mató.” Pocos reyes de su época hubiesen participado en ese asalto, pero Ricardo tenía una concepción caballeresca de la realeza, y la temeridad entraba dentro de ese parecer.

Otra virtud caballeresca que mostró en ocasiones Ricardo fue la generosidad. Una virtud que era un privilegio de los poderosos y de la cual se beneficiaban sus allegados y súbditos. Lo que está claro es que esa generosidad la usaba Ricardo con mucho sentido político en la Cruzada. En Mesina, por medio de fiestas ostentosas, va a intentar atraerse el favor y la lealtad de otros caballeros cruzados y en Chipre va a hacer lo propio con Guido de Lusignan así como con Hugo de Borgoña ya en Tierra Santa. Incluso, según Ambroise, mostró generosidad con Felipe Augusto al prestarle dos galeras que el rey francés le había pedido en su marcha de Tierra Santa. No hay que olvidar que esas muestras de generosidad no se perdían, ya que en la aristocracia medieval todo regalo llamaba a un contraregalo. Con sus dependientes, con sus vasallos, también mostró esa generosidad cuando repartió el botín de una gran caravana tomada u ofreció dinero a los que quitasen una piedra de las defensas de Acre.

El respeto a la palabra dada, a los acuerdos, también era una virtud caballeresca importante. En este aspecto Ricardo no mostró mucha caballerosidad. Se documentan varias ocasiones en las cuales Ricardo rompió su palabra de honor durante la Tercera Cruzada. Muy conocido es el momento en el cual Ricardo, tras haber prometido al soberano de Chipre Isaac Comneno no encerrarlo entre hierros, le hizo prisionero entre plata. Evidentemente Ricardo aquí rompió el objetivo de su pacto, pero aun así, no lo rompió de forma literal, lo que demuestra su sentido caballeresco y a la vez su astucia. Otro ejemplo en el cual Ricardo no atendió a su palabra fue cuando, en el contexto de las negociaciones por el trono jerosolimitano, abandonó la causa de Guido de Lusignan, tras haber apostado por él y pactado con él, y apoyó a Conrado. Este ejemplo también sirve para mostrar como las acusaciones de mirar siempre por su interés personal no son del todo ciertas, ya que aquí dejó a un lado sus convicciones e hizo lo mejor para la Cruzada. Eso sí, su palabra era bastante más creíble que la de otros personajes de su época, como Felipe Augusto, que juró sobre sus reliquias no atacar las posesiones de Ricardo al abandonar Tierra Santa, y no tardó mucho en hacerlo.

Quizás influenciado por toda esa aura de héroe y caballero modelo que le rodeaba, Ricardo pecó muchas veces de soberbia, algo que quizás le ayudó en la construcción futura de su leyenda. Intentaba hacer entradas triunfales allá por donde iba e intentaba aparecer como un salvador por encima de los demás, en particular de Felipe Augusto. Hacía escribir poemas y canciones que le realzaran y mostraba en ocasiones desprecio hacia los demás cuando les superaba en algún tema. Eso sí, se mostraba receloso del éxito de los demás, y más si ese éxito lo cosechaban a su coste, como cuando perdió en la justa improvisada en Sicilia frente a Guillaume des Barres.

El trato a los prisioneros es otro tema en el cual la caballerosidad tiene mucho que decir. No era virtuoso matar a enemigos desarmados y rendidos y, aun así, ya se sabe lo que pasó, por orden de Ricardo, con los prisioneros musulmanes de Acre. Aunque este episodio es real, no se debe tener en cuenta, ya que en el contexto de las cruzadas era algo normal entre combatientes que se consideraban infieles mutuamente.

Siempre estará en el aire la pregunta de si se sentía más caballero o más rey. Desde mi punto de vista, Ricardo se sentía ante todo rey, y como tal actuaba siempre, buscando los intereses más adecuados, pero prestaba mucha atención a los aspectos caballerescos, para beneficiarse de ellos en su tarea como monarca y también por su tradición familiar y de linaje. Flori ve tres posibles razones a la insistencia en sus virtudes caballerescas: O bien Ricardo era realmente un rey-caballero, o bien intentaba ser representado como tal de forma propagandística, o bien, bajo la influencia de la literatura caballeresca y sus héroes, la caballería quiso ver en él a su abanderado. Sea como sea, el caso es que Ricardo es y será siempre un ejemplo al que la gente acudirá al hablar de caballería.

Escrito por Javier Albarrán 

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