jueves, 17 de noviembre de 2011

Los orígenes de la navegación en el Egeo


La navegación ha sido un hito fundamental en la historia de la humanidad. El presente ensayo aborda el tema de la navegación prehistórica en el mar Egeo, centrándose en las civilizaciones cicládica y minoica, pero también abordando los tiempos anteriores (remontándose a las primeras navegaciones) y el legado que cicládicos y minoicos dejaron a los pueblos marineros posteriores. Para tratar este tema, se acude a las evidencias arqueológicas disponibles, esto es, las escasas representaciones de embarcaciones datadas en la época estudiada.



Los orígenes de la navegación
De no haberse dado el ingenio de la navegación, la historia de la humanidad habría sido radicalmente diferente. Gracias a ella, pudo el ser humano sortear los estrechos marítimos y colonizar nuevas tierras, y también pudo enriquecer a quienes vivían en tierras no tan generosas en la caza o en la recolección de alimentos. Civilizaciones como los antiguos griegos nunca hubiesen existido, y sus territorios escarpados e ingratos para la agricultura no les hubiesen permitido prosperar como lo hicieron a través del comercio marítimo.
El orígen de la navegación: balsa de construcción primitiva
Aunque pueda revelarse la navegación, bajo esta perspectiva, como uno de los grandes inventos de la humanidad, cabe plantearse qué motivó su descubrimiento. Nunca se sabrá a ciencia cierta, pero a través de un estudio de las civilizaciones más primitivas que persisten aún hoy día, se llega a pensar que fue la pesca la primera motivación para echarse al mar, y no tanto el transporte, la colonización de nuevas tierras o el comercio entre los pueblos. En cuanto al momento de las primeras navegaciones, nada está claro, y cada nuevo hallazgo parece adelantar la fecha del descubrimiento. Actualmente se sitúa el inicio de las navegaciones complejas a finales del Pleistoceno, si bien el acto primigenio de utilizar una balsa para flotar pegado a la costa puede remontarse varios milenios atrás, y en este caso no tendría por qué tratarse de una conquista del homo sapiens: existen evidencias de balsas de troncos amarrados fabricadas por neandertales. Estos ingenios, muy rudimentarios, no se usarían para alejarse de la costa, sino para pescar o recoger marisco junto a ella. El estadio siguiente se dará en el Paleolítico superior, momento en el que se coloniza Australia, entre el 37.000 y el 27.000 a.C. Desgraciadamente, muchas de estas evidencias de la navegación primigenia han sido borradas para siempre con la subida del nivel del mar que se da con el fin de la glaciación Würm. El litoral de por entonces es tomado por el mar, acabando con los restos de puertos y embarcaciones.

La colonización del mar Egeo
Finalizado el último período glaciar, en tiempos del mesolítico, la navegación en el mediterráneo da un nuevo salto. Será entonces cuando se desarrolle la navegación de cabotaje y de gran cabotaje, evidenciada por el cambio del registro ictiofáunico en yacimientos mesolíticos, apareciendo restos de pescados que pesarían entre de 300 y 400 kg. de peso, y que habitaban aguas profundas lejos de la costa. En la Cueva del Cíclope, en la Isla de Alonesos, han sido datados entre el 8.500 y el 6.500 a.C. vértebras de peces de hasta 4 cm de diámetro, que pesarían más de 300 kg. Otras evidencias son la presencia de grupos humanos estables en la isla de Kynthos a mediados del IX milenio a.C., así como el transporte de obsidiana de Capadocia a la isla de Chipre en la primera mitad del VIII milenio a.C. En el mejor de los casos, la travesía duraría al menos 35 horas sin escala (pasando la noche en el mar) en un trayecto de 113 km., no descartándose el uso de velas primitivas para realizar este tipo de viajes. Este salto cualitativo de las navegaciones se consigue gracias a la mejora de las embarcaciones: las balsas de troncos amarrados evolucionan a los ejemplares monóxilos, esto es, las canoas fabricadas a partir de un único tronco de madera, horadadas por dentro con una instrumentación más avanzada y una mejora tecnológica. Para la construcción de una barca de estas características, se requería del esfuerzo de todo el grupo tribal, así como el empleo de técnicas muy avanzadas, como pudo ser el uso del fuego controlado para desprender, capa a capa, la madera del interior de la barca.



Ya en el neolítico, las barcas monóxilas darán un nuevo salto tecnológico, no descartándose el empleo de catamaranes, monóxilas ensambladas, estabilizadores y otras mejoras. Desafortunadamente, no existen evidencias materiales de esta época en el mar Egeo, y todo son suposiciones. Lo que sí que queda constatado es la colonización, de forma escalonada, de las islas y archipiélagos, que antes serían visitadas eventualmente para la explotación de sus recursos mineros y como escala por los pescadores. La colonización parece que pudo darse motivada por los recursos mineros de las islas (sobre todo en el caso de las Cíclades), si bien otros subrayan el nexo comercial que constituyen como escala entre Grecia y Anatolia. Acerca del método de colonización, C. Broodbank y T.F. Straser (1991) mantienen, al menos en el caso concreto de la isla de Creta, que la colonización no se dio ni de golpe ni por un lento goteo, sino por oleadas sucesivas que comprenderían el transporte de un amplio grupo humano, sus pertrechos y parte del ganado. Sobran evidencias para detectar, por tanto, un gran avance en las embarcaciones y en la propia navegación. Si bien las Cíclades serán escasamente pobladas en el neolítico (con poblados documentados como el del islote de Saliango, junto a la isla de Antíparo), en Creta quedará consolidada una población estable.

El ámbito del Egeo


Ya dentro del ámbito puramente egeo, cabe subrayar lo peculiar de la geografía de este mar, sólo comparable en el mundo con los archipiélagos indonesios, y desde luego sin parangón en el Mediterráneo. El mar Egeo cuanta con una ingente cantidad de islas, agrupadas en distintos archipiélagos y de desigual tamaño. El Peloponeso, Creta y Rodas cierran el mar por el sur, y el estrecho de Dardanelos hace lo propio por el norte. La abundancia de islas puede entenderse como un traslado al mar de una realidad que se viven en tierra: el paisaje de Grecia es muy escarpado, sin apenas llanuras o cordilleras bien definidas, sino con una abundancia de montañas, colinas y pequeños valles, que parecen empujar a sus pobladores hacia el mar, que es siempre inmediato, cercano. Sólo una pequeña parte de Grecia y de las islas egeas es cultivable, pero éstas cuentan con una relativa abundancia de metales, útiles tanto para los propios nativos como para el comercio con el exterior. Sirva como ejemplo el hallazgo de obsidiana de la isla de Melos, datada en el IV milenio a.C., en un lugar tan remoto como es la isla de Malta: la metalurgia fue un motor de las civilizaciones egeas, así como el comercio marítimo de metales y de otros objetos (cerámica, piedra pulimentada minoica, etc.).
No obstante, el Egeo esconde serios peligros para la navegación: cuenta con salvajes corrientes marinas y fuertes vientos (sobre todo en los estrechos marítimos), entre otros factores negativos, implicando un serio riesgo el salir a navegar. Asimismo, condicionantes mencionados como es la escasez de zonas propensas al cultivo van a sustentar problemas económicos y sociales y a limitar en parte el poblamiento del territorio.

El caso cicládico y minoico
Sobre la base de las canoas monóxilas, y sumándose un avance importante de la navegación, aparecen en escena las civilizaciones cicládica y minoica. Ambas civilizaciones se desarrollarán en el Egeo prehistórico (si bien los minoicos terminarán por desarrollar una escritura propia), abarcando juntos un período que abarca del III milenio a.C. a mediados del II milenio a.C. Los cicládicos serán los sucesores de los primeros pobladores neolíticos de las islas Cícladas, y los minoicos son los primitivos habitantes de Creta, autores de un gran salto tecnológico en la tecnología naviera. Haciendo un balance periodológico del bronce egeo, se asiste a una absorción de la civilización cicládica por la minoica en el paso del III al II milenio a.C. Los cicládicos comerciarán en todo el Egeo, mientras que los minoicos darán un gran salto cualitativo y pasarán a relacionarse con pueblos muy alejados (proverbial el caso de las relaciones con Egipto), y sus mercancías llegarán más lejos aún. Cabe añadir que, mientras que las iniciativas de navegación cicládicas muy probablemente eran privadas, de carácter familiar-gentilicio, los cretenses muy probablemente delegaron su marina (al menos en parte) al Estado centralizado en la estructura palaciega.
A continuación, se analizarán las principales representaciones, que son muy escasas, de la navegación cicládica y minoica. Por parte de las Cíclades se cuenta con las naves de Siros y las barcas de Naxos, bocetos muy básicos de navíos probablemente monóxilos. En el caso minoico, se cuenta con el sarcófago de Haghia Triada y con el fresco de Akrotiri, este último mucho más elocuente que el resto de los ejemplos. Dado lo esquemático de las representaciones, es usual recurrir a paralelismos etnográficos para dilucidar la efectividad de las naves de esta época. Otra consecuencia de la escasa información es la proliferación de interpretaciones sobre una misma evidencia: ¿Contaban con velas los navíos cicládicos? ¿Con qué sistema ensamblaban las piezas de la embarcación? ¿Con qué maestría se defendían estas naves en alta mar? Las evidencias son pocas, y cada uno debe plantearse su significado.

Las naves de Siros

Las naves de Siros, aparecidos en la isla homónima, constituyen el testimonio más elocuente de la navegación cicládica. Se trata de una serie de representaciones incisas en instrumentos de terracota con forma de sartén, llamados frying pans, que cuentan en 9 de cada 10 casos con representaciones, de todas formas muy esquemáticas, de navíos seguramente cicládicos.
Representaciones de barcas en los Frying Pans
La estructura de estos navíos es seguramente de base monóxila, una evolución de las canoas monóxilas en las que el fondo y nervio de la nave sigue siendo monóxila, pero a la que se la han añadido tablazones, seguramente por cosido de los mismos a la base. Esto permite contar con una nave más grande y estable partiendo de los mismos troncos de madera. La proa termina en un tajamar, y la roda (el tablón que cierra la proa encima del tajamar) se encastra de forma totalmente vertical. En la popa, el navío cuenta con un gran codaste, que según el autor V. Yannis (1990) ayuda a hundir más la nave y a encararla contra el viento, lo que resulta favorable cuando la mar es gruesa. El codaste está rematado por un pequeño vástago con forma de pez (probablemente un túnido), que podía ser un adorno distintivo de las embarcaciones cicládicas, quizá a raíz de la riqueza que les proporcionaría la pesca y comercio de este tipo de pescado. La orientación del pescado llevó a pensar que marcaba la proa de la embarcación, pero esa teoría ha sido ya descartada.
Estas barcas se propulsaban con remos, también representados, aunque en un número desproporcionado. Por otra parte, resultaría desafortunado el negar la evidencia de que la gran mayoría de las embarcaciones representadas cuentan con un altísimo número de remos representados, lo que lleva a pensar en grandes y largas naves, con capacidad para decenas de personas. Por otro lado, aunque la navegación habitual se encontrase fundamentalmente apoyada en la fuerza de los remeros, bien podían contar con una vela auxiliar, no representada, que estuviese directamente clavada al casco y que ayudase cuando el viento fuese favorable. La evidencia que sustenta esta teoría la aporta un grafito contemporáneo en Kouphota, Creta, en el que aparece una barca similar al modelo de Siros pero con vela y sin remos. Cabe decir que el modelo de Siros contará con representaciones similares en otras partes del mediterráneo oriental.
Una de las interpretaciones de las barcas de Siros

Barcas de Naxos

Este testimonio de la navegación prehistórica del egeo dista del de Siros tanto por el formato como por lo representado. Se trata de figurillas elaboradas con placas de plomo, que tradicionalmente han sido consideradas canoas, pero que debían de ser algo más complejo. Su manga es reducida, entendible si la base de estas embarcaciones es monóxila, y cuentan tanto en la proa como en la popa con sendos postizos que debían servir para capear el oleaje. Carecían de codaste, cerrando la popa un tablón plano, un “espejo de popa” que resta credibilidad a la concepción de este navío como una simple canoa. Estos navíos constituyen, junto con los ejemplares de Siros, el testimonio de una navegación que va a evolucionar en el siguiente estadio, el minoico, a barcos más avanzados que permitirán navegaciones más rápidas, prolongadas y con una mayor capacidad en la nave.
La barca de Naxos


Las representaciones minoicas:
del sarcófago de Haghia Tríada al fresco de Akrotiri

Con el paso del Minoico Antiguo al Minoico Medio y a los Primeros Palacios, la calidad de los navíos cretenses y las posibilidades de su navegación se multiplican. En un proceso difícil de dilucidar, los minoicos pasaron a dominar el Egeo con su marina, absorbiendo en su órbita más directa a los cicládicos y a islas como Cítera, situada entre Creta y el Peloponeso. Desde estas bases se lanzarían en todo tipo de empresas comerciales e incluso diplomáticas, pues en los minoicos se consolida ya una forma de Estado centralizada en la institución del Palacio, muy diferente al sistema de jefaturas que probablemente sería el mantenido por los cicládicos.
Todo esto fue posible gracias a una mejora de las embarcaciones, que no debe desligarse a una mejora paralela de los instrumentos y las tecnologías, así como de un proceso de intercambio cultural que relacionó a los habitantes de Creta con pueblos como el egipcio, que contaba con su propia tradición naval dentro y fuera del Nilo. Según Arthur Evans, los contactos entre Creta y Egipto fueron muy fructíferos, y es a través de Egipto el que los cretenses desarrollaran la metalurgia. Sea esto cierto o no, queda constatada la relación cretense y egipcia desde tiempos neolíticos, y durante los Primeros y Segundos palacios esta relación se fortalecerá aún más.
Representaciones en gemas y en el sarcófago de Haghia Triada

Fruto de esta relación puede entenderse la representación de un navío de juncos en el sarcófago de Haghia Tríada, así como en joyas minoicas de época palacial. Es extraño en general contar con la presencia de naves de juncos fuera del ámbito egipcio y mesopotámico, y sin embargo se cuenta con varios casos cretenses. En el mencionado sarcófago, un oferente porta la miniatura de lo que parece ser una barca –si bien el si lo es o no siempre estará sujeto a las interpretaciones-, y en varias gemas se revela, ya de forma más evidente y destacando la característica forma de creciente lunar, lo que parecen ser barcas de juncos similares a las orientales pero con un mástil añadido. En el caso de la joya de Tirinto, parece tratarse de una barca ceremonial, como puede que lo fueran la mayoría de las barcas de juncos (pues es así en culturas como la fenicia o la griega clásica), contando con un casetón en el que viajarían personajes de alto rango, probablemente aristócratas.
Un caso más avanzado, ya del siglo XV a.C., nos adentra en plena época de los Segundos Palacios con el fresco de Akrotini, en la isla de Thera. En él puede observarse varias embarcaciones en movimiento, junto a la costa, quizá llegando a puerto. Los barcos se caracterizan por  su forma redondeada, más parecida al creciente lunar de las barcas de juncos que a los ya lejanos precedentes monóxilos cicládicos. Pese a que las embarcaciones cuentan ya con velas relativamente avanzadas, éstas se encuentran recogidas y se emplean en su lugar los remos, seguramente para poder maniobrar en la entrada y salida del puerto. Lo que parece claro es que estas embarcaciones se alejan ya de los esquemas monóxilos y de los navíos de juncos, dando el paso que precede a los navíos fenicios, que colonizaron el Mediterráneo de una punta a otra cinco siglos después.
El fresco de Akrotiri

Auge y legado de la navegación cicládica y minoica
Ya se ha comentado más de una vez en el texto la importancia de la navegación en el desarrollo de la humanidad, y más concretamente en el caso de las civilizaciones egeas. En el caso de las Cíclades y Creta, la navegación fue fundamental, potenciando y a la vez delimitando su avance y prosperidad.
Tradicionalmente se le atribuye a los minoicos y a su marina la tranquilidad de las aguas mediterráneas en su tiempo, siendo los garantes de una especie de pax minoica que explicaría la relativa desmilitarización de los cretenses respecto a sus predecesores cicládicos y a sus sucesores micénicos. Esta teoría, tan en boga hace unas décadas, es ahora cuestionada por quienes buscan la explicación en el equilibrio de los poderes territoriales –que no marítimos- egipcio e hitita, y no tanto por el poder minoico –inevitablemente más modesto.
Otro mito a desmentir es el que trata del comercio cretense desde una perspectiva colonialista. Lo más probable es que tras esta interpretación subyazca la identificación del imperio colonial británico existente en la época en la que Sir Arthur Evans desenterraba el palacio de Minos con la talasocracia cretense, tratando de encontrar similitudes que resultaron no existir. El imperio minoico no fue tal en tanto que no existió una colonización o dominación militar del territorio en que se expandió, sino que, desde su base en Creta y su área de influencia comercial más directa del Egeo (en donde sí pudieron existir establecimientos más o menos estables de cretenses), llegaron sus manufacturas a irradiar todo el mar Mediterráneo.
Existe el caso, ya verificado, de un hallazgo de cerámica micénica (que no minoica) en el yacimiento de Montoro, provincia de Córdoba, lejos de la costa y en la otra punta del Mediterráneo. ¿Comerciaban los minoicos en el sur peninsular? Probablemente no, pero nada se lo impedía: si bien sus naves eran capaces de sortear los peligros del Mediterráneo e incluso de bordearlo al completo, hay que contar con la posibilidad de que se dieran intercambios secundarios e incluso terciarios entre mercaderes de diversas regiones, y que los minoicos no estuvieran interesados en una región tan remota respecto a su hogar.
A modo de epílogo, cabe subrayar la importancia del legado minoico. Es sobre las rutas minoicas por las que navegarán los posteriores pueblos marineros: minoicos, fenicios y griegos, e incluso los llamados pueblos del mar, de origen incierto pero que amenazaron la seguridad de la costa mediterránea en tiempos contemporáneos al colapso micénico. Los navíos cretenses, así mismo, son la base sobre la que se desarrollará el navío cananeo o fenicio, de mayor capacidad y capaz de abordar empresas comerciales anuales a lo largo del mediterráneo, o de realizar proezas como la hazaña semilegendaria de los marinos fenicios que navegaron a lo largo de la costa africana hasta reaparecer en el Mar Rojo. Se trata de una sucesión de proezas marítimas en la que los pueblos posteriores son deudores de sus predecesores, y es muy posible que en un futuro más o menos cercano aparezcan nuevas evidencias que arrojen luz sobre las misteriosas civilizaciones del Egeo prehistórico.


Escrito por Francisco López-Santos

 BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA
 
  • GARCÍA IGLESIAS, Luis (1997): Los orígenes del pueblo griego, Madrid, Síntesis (pp. 35-63)
  • DELIBES, Germán, y FERNÁNDEZ MIRANDA, Manuel (1993): Los orígenes de la civilización, Madrid, Síntesis
  • GUERRERO AYUSO, Víctor M. (2009): Prehistoria de la navegación: origen y desarrollo de la arquitectura naval primigenia, Oxford, BAR
  • MORRISON, John (1980): The ship: long ships and round ships, Ispwich, National Maritime Museum (pp. 9-13)
Las imágenes recogidas en el documento han sido tomadas de la bibliografía: todas pertenecen a la obra de Guerrero Ayuso excepto el fresco de Akrotiri, que pertenece a la obra de Morrison.
El trabajo en su versión original recoge todas las notas a pie de página que he considerado  necesarias, pero en esta versión en blog me he limitado a exponer la bibliografía general.

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